Texto Equipo Pixel, Emoji por Liz Bravo & Foto Thomas Dumortier
¿Pecadillos o pecados?
Según el DANE, el Censo Nacional de 2018 reveló que el 7.2% de los colombianos viven con algún tipo de discapacidad o capacidad diferenciada -como nos gusta llamarla a nosotros- y a nivel global según la OMS esta cifra es superior y se sitúa en el 15%.
En números absolutos, aproximadamente 3.4 millones de personas, si se parte de la estimación provisional de personas del Censo Nacional. En este escenario, un sitio Web o tienda en línea no accesible está dejando potencialmente por fuera hasta un 7.2% de sus visitantes o compradores.
Aunque muchos proyectos podrían “estar bien” con esta realidad, hay que tener en cuenta a un grupo aún mayor de personas que, aunque no tienen capacidades diferenciadas permanentes, si pueden estar desarrollándolas o en un momento dado presentar limitaciones por distintas condiciones o situaciones temporales.
Para ser explícitos; las personas mayores, que en virtud de su trabajo o por enfermedad comienzan a desarrollar capacidades diferenciadas no suelen hacer parte de las estadísticas hasta que su condición se diagnóstica y en consecuencia toda la escala de casos posibles describe un amplio grupo de personas para los cuales la accesibilidad resulta cada vez más necesaria.
Otro grupo lo constituyen las personas que tienen condiciones que los limitan temporalmente, por ejemplo, aquellas que utilizan lentes, pero que tienen desactualizada la fórmula, o que simplemente necesitan urgentemente saber qué dice un audio mientras están en una cita con su jefe. Estas condiciones son clasificadas como “limitaciones temporales” y también se benefician de sistemas y soluciones que consideran la accesibilidad.
En determinado punto, todos podemos tener una situación con alguna restricción.
Finalmente, a los anteriores grupos hay que sumarles el efecto que tienen ciertas condiciones técnicas o ambientales que enfrentan determinados usuarios al navegar en la red, como por ejemplo las conexiones a Internet deficientes que hacen imposible que una página Web despliegue correctamente todo su contenido o que, en un medio ruidoso como la calle, se pueda escuchar claramente el audio de un video.
En determinado punto, todos podemos tener una situación con alguna restricción.
Además de incluir a todas las personas, considerar la accesibilidad en sitios Web o tiendas en línea mejora la interacción con otras tecnologías como por ejemplo aquellas que están detrás del SEO y la infraestructura Web (1) , asistentes de voz, inteligencia artificial, IoT y ciencias de datos, entre otras, impulsando con ellas la mejora en la calidad de vida de las personas y brindando las condiciones para un acceso universal y estandarizado a los contenidos.
Todo esto sin contar los enormes beneficios sociales, jurídicos y reputacionales que subyacen a ofrecer una solución inclusiva y universal.
En conclusión, ignorar la accesibilidad, más que “un pecadillo” por omitir una tarea, es una falta mayor, un verdadero pecado en esta época en donde la experiencia del usuario lo es todo y en donde no se debe dejar pasar ninguna oportunidad para mejorarla y fortalecerla.
Ya conocemos el pecado, ahora en nuestra segunda parte conoceremos tres casos de “pecadores” que ayudarán a comprender la magnitud del desafío que está ante todo el gremio en esta materia.
(1) Servidores Web, navegadores y diversos conjuntos de soluciones y aplicaciones se benefician de un código más estandarizado y universal que está implícito en la adopción de la accesibilidad.
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