Pasar al contenido principal
--0--

La basura, un concepto que hay que desechar

Quizás lo único que deberíamos desechar en el futuro sea la mala conceptualización acerca de la basura, pues hay mucho más de lo que se ve debajo de las cosas sucias, repugnantes e inservibles.
Ilustración de un hombre arrojando basura alrededor del planeta.
Ilustración de una pila de basura.

Texto e Ilustración: Nicolás Rey G.

¿Indeseable e inútil?

El concepto, sí claro; y es que la definición misma de “basura” está compuesta de palabras que causan antipatía, con expresiones que se utilizan peyorativamente porque intentan reflejar un significado injusto con el que hemos estigmatizado a los residuos: la inutilidad.

Y no es porque los residuos realmente no sirvan para nada, sino porque no tenemos el interés de hacerlos servir y porque carecemos de las estructuras individuales, funcionales, sociales y culturales necesarias para cerrar el círculo de nuestras propias creaciones, para ver los recursos naturales como elementos finitos e invaluables y para rediseñar nuestras arcaicas ideaciones sobre lo que significa consumir.

Decidimos ignorar los residuos esperando a que la naturaleza se encargará de ellos y aunque seguramente lo hará, el tiempo nos jugó en contra y ahora nos sentimos acorralados, sin saber qué hacer, evadiendo la desesperación gracias a la voluntad de unos pocos que empiezan a pensar sistémicamente, sin reconocer que la tarea nos corresponde a todos.

La basura no es el enemigo, por el contrario, es un recurso más, desconocido y con pocos amigos. La verdadera amenaza es la forma en que la hemos asumido y como este texto comienza con un enfoque semántico, a continuación, tres adjetivos impopulares asociados a los residuos que al final pudieran más bien ayudarnos a visualizar potenciales soluciones.


Sucio

Lo valioso, aunque este sucio sigue teniendo valor, por el contrario, si el esfuerzo de limpiar supera el valor que le damos a cada cosa, la dejamos así: desperdiciada.

Nos concedimos el derecho de derrochar, de dejar regado a nuestro paso el valor de muchas cosas que apenas si están sucias y le dimos en cambio todo nuestro tiempo y energía a desear, adquirir y utilizar cosas nuevas que alguien más se haya tomado el trabajo de mantener asépticas e impolutas para nosotros.

Pero, si tanto rechazo nos genera la suciedad, ¿por qué la propiciamos tanto?

¿Podríamos evitar que tantas cosas lleguen a donde no deberían estar, asumiendo que dentro de los costos del consumo está también la responsabilidad de limpiar?, ¿Sería posible que ahorremos recursos limpiando tempranamente, que la higiene post consumo se propicie y que mantengamos las cosas limpias para darles una segunda oportunidad?


Repugnante

El residuo de todos: “la mierda”, es una materia que genera nada menos que vida. ¿Es eso repugnante?, no, lo que causa aversión es nuestra apatía por reconocer el valor de cada materia, por tratar integralmente las cosas o por admitir que, aunque debemos guardar una saludable distancia con ciertas hediondeces, nos tenemos que encargar de ellas aprovechándolas.

Nadie quiere lidiar con el excremento de los demás, pero debemos hacerlo como especie, porque seguiremos generando invariablemente millones de toneladas de cosas, materiales y residuos.

Así nos diseñaron, así nos han modelado, pero seguramente así no moriremos, aferrándonos a la hipocresía de la suciedad en la cual producimos, aceptamos, convivimos e incluso en secreto deseamos parte de eso que en público expresamente rechazamos.

¿Sería entonces posible limpiar nuestros estereotipos de higiene para ver los residuos como activos?, ¿podríamos aprovechar el valor integral de las cosas y aprender incluso a desestimular su existencia cuando éstas sistémicamente supongan un riesgo?

Otro aspecto que nos aleja de una gestión eficiente de los residuos es su mezcla casi obscena, esa práctica execrable de revolver todo lo que nos estorba en una masa sin sentido que hace más costoso desarrollar métodos efectivos para el aprovechamiento de las cosas. Una actitud que cometemos casi todos por pereza, facilismo o capricho, alimentada por un total desatino por ver el problema como una única cuestión cuando en realidad cada residuo responde a su propia dinámica circular.

En este sentido, ¿podríamos reformularnos la idea de tratar a todos los residuos por igual, desconociendo sus particularidades y evitando su mezcla para que se mantengan prístinas sus mayores propiedades?, ¿estaríamos en capacidad de usar nuestras redes para construir espacios para el aprovechamiento de cada material o cosa?


Inservible

Servicio y utilidad son ideas muy diferentes. Que algo pierda la capacidad de prestar su servicio original no significa que deje de ser útil para algo más.

Y no se trata tan solo de la unidad, sino también de sus partes, de sus materiales, de su todo.

Que seamos incapaces de asignar o descubrir nuevos servicios para las cosas revela la negligencia que como seres humanos tenemos para ejecutar una tarea que sí nos compete, pues fuimos nosotros quienes pusimos las cosas aquí o al menos quienes las propiciamos con nuestra compra.

¿Sería entonces imposible pedir mesura, motivando la no adquisición de cosas nuevas para suplir servicios ya cubiertos?, ¿podríamos premiar su resignificación, generando mercados robustos y masivos para lo usado y sus materiales?, ¿estaríamos dispuestos a reconfigurar las cosas para que sean más aprovechables o a desarrollar técnicas o servicios para la prolongación de la vida útil de las cosas?



Estas y otras preguntas deberían ser abordadas ahora y hacia el futuro con la ayuda de nuestras capacidades y tecnologías, porque de tanto esconder el asunto de los residuos nos estamos hundiendo en él.

Algunos podrían decir que sí nos estamos encargando de a poco y que cada tiempo trae su afán, sin embargo, detrás de esta afirmación se esconde el entretejido de una práctica que siempre ha sido cortoplacista: sobrevivir como individuo. Una máxima natural por excelencia que nos ha dejado en lo colectivo esa sensación de que cada generación es la última y que en el balance estamos fracasando como sociedad, aunque no, es simplemente que el esfuerzo de construir aquello que nos sobrepasa siempre conlleva dificultades.

Como se ve este no es un discurso pesimista, todo lo contrario, es una manifestación de que si se desecha el actual concepto de inutilidad podemos lograr un nuevo estadio en nuestra civilización, uno que sea capaz de abolir el concepto mismo.

Por el contrario ¿qué si es inútil?, nuestra sensación acerca de que esto no sea posible.